La naturaleza, nos ha puesto una vez más a prueba, y el señor, no el castigador, sino el misericordioso, compasivo, y amoroso, nos ha permitido sacar lo mejor de cada uno de nosotros. Hemos compartido el dolor y la angustia, como antes compartíamos las alegrías y tiempos felices. Ha permitido que aflore en cada uno de nosotros la solidaridad y que nos consolemos mutuamente. Hemos visto a todos los Pelarquinos preocupados de los otros. Desde el municipio, no preparado como ninguno de nosotros a esta catástrofe, el cuerpo de bomberos, los adultos y los jóvenes, los ancianos y niños han tratado de ponerse al servicio de de sus hermanos.
Indudablemente muchas veces fuimos superados por las urgencias, las crecientes necesidades y la situación de más de 300 hermanos que vieron el fruto de muchos años de trabajo, esfuerzos y privaciones en el suelo, durmiendo en improvisadas carpas y con el miedo vivo en sus cuerpos y en su espíritu la furia de la naturaleza.
Todo ayuda llegada se hacia insuficiente, y toda estrategia, sucumbía ante las crecientes necesidades, y porque no decirlo, de aquellos, los menos que veían la oportunidad de recibir ayuda.
Es cierto que se cometieron equivocaciones, pero no somos dioses y por lo tanto imperfectos, y la urgencia de ayudar permitió no focalizar de mejor manera. Quienes hemos recorrido casi toda la comuna, hemos comprobado, con asombro la devastadora fuerza del terremoto, por cierto no igualable, a lo sucedido en el borde costero, pero igualmente impactante y doloroso, pero además hemos comprobado la fuerza y la confianza en que seremos capaces de levantarnos y comenzar de nuevo.
Para aquellos que se sintieron discriminados, falta de ayuda y poca humanidad, nuestras disculpas, solo hemos tratado de hacer lo mejor posible, con voluntad de servir y ayudar a nuestros hermanos.
Con todo el afecto, un fuerte abrazo de la comunidad de El Arrozal
Edgardo Yánez Ramírez